Aunque lo ve todas las noches, Andrés no sabe dónde está Agustín. Perdido entre las telarañas de su pasado, sumergido en los recuerdos, adormilado por los medicamentos psiquiátricos. El tiempo, en la sala de Salud Mental donde ambos —enfermero y paciente— comparten las noches, parece transcurrir más lentamente. El tiempo corre, tropieza, asusta, traiciona. El tiempo de Andrés y Agustín ya no es tiempo. Quizá, puedan atraparlo juntos y encerrarlo en un pastillero, para que nunca más se les escape.
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